Capítulo Diecisiete.
Salí corriendo hacia el bosque. Solamente quería correr y correr, y que nadie me molestara. Aunque no tenía sed, cazaría algo, tal vez un alce. No podía arriesgarme a que me diera un ataque de sed teniendo a Edward cerca.
Tras correr varios kilómetros sin parar, sentí a una manada de alces a varios metros de mí. Desconecté mi mente, me agazapé adoptando una postura de caza, dejé que mi boca se llenara de ponzoña y que mis colmillos se extendieran libremente. Cogí impulso y me eché encima del macho dominante, el más grande. Le clave mis colmillos en la yugular. Éstos pasaron sin dificultad la piel, la grasa, los músculos y los tendones llegando a su objetivo.
La sangre caliente salió disparada hacia mi boca. Podía sentir su sabor metálico bajando por mi garganta, llenándome de calor mi frío cuerpo. Trago tras trago, sentí el corazón del alce cesar de latir lentamente. Me lo terminé y seguí corriendo. Al menos los carroñeros tendrían ya comida.
Los colmillos se me replegaron mientras seguía corriendo. En menos de media hora, había llegado a la frontera con Canadá. Me senté al borde de un acantilado, con los pies colgando y el viento azotándome el rostro con su aroma marino.
La sangre no había aplacado mi sed porque en realidad no la sentía. Siempre había sido así. Ni siquiera en mi año de neófita me había sentido enloquecida por la sed. La sangre era solamente un liquido que me permitía seguir en este mundo. No notaba diferencia alguna entre la sangre animal y la humana, cosa que me había ayudado mucho a seguir este tipo de dieta y que ponía de los nervios a jasper, ya que él no conseguía obtener el mismo autocontrol que los demás miembros de la familia, y eso además de hacerlo recaer a veces, lo ponía de los nervios porque se sentía débil.
Aun así, a pesar del autocontrol, según decían todos los demás Cullen, la sangre humana sabia infinitamente mejor que la animal, era más dulce, te saciaba mas, olía mejor… y entre la sangre animal, sabia mejor la de los carnívoros, porque se parecía más a la humana. Si ellos lo decían… yo seguía sin notar diferencia alguna. Excepto en la de Edward, claro está. Por qué? Por que, para una cosa buena que podía disfrutar de esta vida, ahora me la arrebataban haciendo que mi garganta ardiera por la sed al sentir el dulce olor de la sangre de Edward Masen? Estaba segura de que esto ponía feliz a jasper, porque así sentía que yo no era indestructible.
Si yo fuera indestructible, ahora tendría que hacer que Edward Masen fuera indiferente para mí, o mejor, dejar de verlo y cancelar los planes de este sábado. Pero no podía. Ahora, que no lo sentía cerca, sentía un vacío en el pecho que me impedía llenar bien de aire los pulmones. Sentía un anhelo y una ansiedad demasiado grande. De lo único que tenía ganas ahora era de echarme a correr todo lo rápido que me permitían mis piernas y no parar hasta llegar donde quiera que estuviera Edward y pasarme todos los días de mi existencia a su lado. Haciendo lo que fuera.
Si yo fuera indestructible, ahora tendría que hacer que Edward Masen fuera indiferente para mí, o mejor, dejar de verlo y cancelar los planes de este sábado. Pero no podía. Ahora, que no lo sentía cerca, sentía un vacío en el pecho que me impedía llenar bien de aire los pulmones. Sentía un anhelo y una ansiedad demasiado grande. De lo único que tenía ganas ahora era de echarme a correr todo lo rápido que me permitían mis piernas y no parar hasta llegar donde quiera que estuviera Edward y pasarme todos los días de mi existencia a su lado. Haciendo lo que fuera.
Cuando hablaba con él, bueno, mejor dicho, cuando estaba cerca de él, me sentía bien, me sentía… viva. Como nunca lo había estado en este siglo.
No me acordaba de cómo era sentirse viva por no recordar nada de mi vida humana. Pero era algo imposible, y además, peligroso para él. Preferiría morir antes que hacerle un rasguño a Edward. Y no sabía el porqué de sentirme así.
Sin darme cuenta, había oscurecido. Me levanté y empecé a correr hacia mi casa.
En cuanto llegué, subí directamente a mi habitación. No pude ni siquiera sentarme cuando Esme entró en mi habitación.
Sin darme cuenta, había oscurecido. Me levanté y empecé a correr hacia mi casa.
En cuanto llegué, subí directamente a mi habitación. No pude ni siquiera sentarme cuando Esme entró en mi habitación.
-Hola, cariño.- me saludó después de cerrar la puerta, con una sonrisa y mirada dulce. Como ella misma.-
-Hola.- le sonreí mientras me sentaba en mi sofá.- ocurre algo?